“Si la muerte es privada de significado, entonces la vida es absurda”. Rav Abraham J. Heschel
Nuestra tradición nos brinda una serie de rituales que nos ayudan a transitar el difícil momento en el que un ser querido fallece.
El proceso de duelo se divide en las siguientes etapas:
Aninut es el período comprendido entre el fallecimiento y la sepultura.
En los momentos inmediatos al fallecimiento, y considerando los sentimientos de incertidumbre y desorientación de los familiares, nuestra tradición es sensible a la situación y libera a la persona de sus obligaciones religiosas (mitzvot asé), para que pueda expresar plenamente sus sentimientos y preparar lo necesario para el entierro.
En estos momentos, es deber acompañar al fallecido (Halvaiat hamet) en señal de respeto por él y consuelo para los familiares (Guemilut jasadim) Se pueden recitar Tehilim (Salmos) en su memoria.
Antes de la sepultura, se procederá a la Tahará (el lavado ritual del cuerpo), sea en la casa velatoria o al llegar al cementerio.
Los siete parientes cercanos por los que es obligatorio observar las leyes de luto son: PADRE/MADRE, HIJO/HIJA,
HERMANO/HERMANA (por parte de padre o madre), ESPOSO/ESPOSA.
En el judaísmo no es costumbre velar al fallecido, aunque algunas familias deciden hacerlo. En ese caso es necesario saber que el cajón siempre se encuentra cerrado.
Nuestra tradición nos insta a no utilizar el uso de vestidos o ataúdes ostentosos, ya que las riquezas materiales deben emplearse para fines constructivos y no para hacer distinciones superfluas frente a la muerte (que finalmente se encarga de igualarnos a todos). La tradición judía desaconseja en forma explícita ofrendas florales y costosos avisos fúnebres, y con igual énfasis recomienda el ejercicio de la Tzedaká, mediante aportes a obras benéficas que perpetúan la memoria de nuestros seres queridos.
La kvurá es la ceremonia de sepultura. Nuestra tradición permite únicamente el entierro como forma de despedir los restos de nuestro ser querido: «Ya que de la tierra fuiste tomado, pues polvo eres y al polvo volverás» (Génesis 3:19) le dice Dios a Adán, el primer ser humano. Por esto la cremación no es parte de nuestra tradición y está totalmente prohibida.
El entierro debe ser realizado lo antes posible. La postergación del entierro hasta el día siguiente, sólo es permitido si su objetivo es honrar al fallecido, o aguardar la llegada de parientes cercanos que vienen de lugares distantes, o por causa de Shabat, de un Iom Tov; o a fin de enterrarlo en la Tierra de Israel.
En caso de fallecimiento en viernes (víspera de Shabat), después de determinado horario, el entierro es pospuesto para el domingo; en caso de Iom Tov, para el segundo día de Iom Tov.
Para comenzar, se pronuncia Tziduk HaDín (la aceptación de la Justicia del decreto Divino), oración en la que reafirmamos nuestra fe en Dios, reconocemos haber aceptado Su Juicio, así como que aceptamos que Dios es el que otorga la vida y es quien ordena la muerte de la persona.
Durante el funeral se realiza la kriá, que es el rasgado de la ropa de los deudos más cercanos (los siete grados de parentesco sobre los que recaen las obligaciones). El oficiante de la ceremonia inicia un corte vertical en la ropa del enlutado, y éste, con la mano, continúa el corte algunos centímetros más. Debe ser hecha de pie. Simboliza la cicatriz que quedará, a partir de ahora, en sus corazones.
Por la muerte del padre o madre, se acostumbra hacer la Kriá en el lado izquierdo. Por la muerte de los demás parientes, se acostumbra hacer la Kriá en el lado derecho. Es una antigua y tradicional señal de luto entre los judíos, y se remonta a los tiempos bíblicos: “Y rasgó Iaacov sus ropas…y se enlutó por su hijo (Iosef) muchos días.” (Génesis 37, 34).
Se recita la siguiente bendición:
ברוך אתה יי אלהינו מלך העולם, דין האמת
Baruj Atá Adonai Eloheinu Mélej Ha-Olam Daián Ha-Emet.
Alabado seas Tú, Señor nuestro Dios. Rey del Universo, verdadero Juez.
En camino al lugar de descanso, en los días en los cuales se dice Tajanún (Oración de expiación de las transgresiones), se acostumbra realizar 7 paradas hasta llegar al lugar de la sepultura, mientras se recita el salmo 91. La procesión se realiza como signo de respeto hacia el difunto y expresión del dolor que se siente al separarse de él. Se procede con lentitud como demostración del dolor producido por la muerte del ser querido, intentando demorar la despedida.
Es habitual que los deudos sean los que comiencen a sepultar al ser querido. Se acostumbra arrojar tierra 3 veces (con la pala del lado de atrás). Las personas que están echando tierra en la sepultura deben tener cuidado de no pasarse la pala de mano en mano, sino que deben dejarla en la tierra para que la otra persona la tome de allí, ya que con esto se simboliza la voluntad de no transmitir desgracias a otra persona.
Al finalizar la sepultura, se pronuncian capítulos de Salmos, se recita la oración El Malé Rajamim y el Kadish. También se realiza el hésped, que son las palabras en memoria del ser que ha partido, compartiendo algunas de sus virtudes y de sus méritos.
Acostumbramos colocar piedras en la tumba de nuestro ser querido como símbolo de lo imperecedero y señal de nuestra visita.
Una vez finalizada la ceremonia se acostumbra consolar a los deudos y seres queridos de la persona fallecida, como símbolo del comienzo del período de Shivá.
Al salir del cementerio lavamos nuestras manos (Netilat iadáim), sin pronunciar ninguna bendición.
Esta oración tan simbólica y representativa tiene sus orígenes en las academias rabínicas de Babilonia. Por medio del Kadish afirmamos nuestra fe en Dios, más allá del dolor y la tristeza que nos provoca la muerte de nuestro ser querido.
Tenemos la posibilidad de continuar actuando en beneficio de la persona fallecida por medio de la pronunciación del Kadish.
Recitamos el Kadish durante los primeros dece meses de duelo. Después volvemos a recitarlo en el Yortzait, el aniversario del fallecimiento.
El Kadish es una oración pública. No se lo recita cuando uno reza solo. Si no se cuenta con el número mínimo de judíos que constituyen una congregación (minián), falta el carácter público de la Santificación del Nombre de Dios.
El Kadish debe ser recitado diariamente por un año, contados desde el día del entierro.
Este período comienza luego de finalizada la Kvurá. Son los primeros siete días del duelo. En ellos los avelim (deudos) son acompañados por la familia, los amigos y la Kehilá para ayudar a las personas enlutadas a enfrentar el fallecimiento acontecido y rezar con minián el Kadish de Duelo.
Es costumbre compartir un breve estudio de Torá en memoria de quien ha partido. Se estima que el estudio es un mérito para la elevación del alma de la persona fallecida.
Al llegar del cementerio los deudos se suelen sacar los zapatos y se sientan en sillas bajas.
Durante la Shivá debe mantenerse una vela encendida y todos los espejos de la casa deben ser tapados, señalando que durante los días de Shivá no dedicamos esfuerzo e interés a nuestro cuerpo sino a la memoria del fallecido. El encender una vela en memoria del difunto es una antigua costumbre judía para acompañar simbólicamente su alma.
Una de las costumbres que caracterizan la casa de Shivá es que se deja la puerta abierta. Esto se hace en señal de que familiares y amigos pueden entrar a consolar al deudo sin tener necesidad de molestarlo para que abra la puerta.
En estos días no se visten ropas nuevas, no se corta el cabello y la barba, no se mantienen relaciones íntimas y no se untan ungüentos con el objeto de crear un ambiente diferente que permita percibir la tristeza de la muerte sucedida.
Durante estos días los pensamientos de los dolientes se concentran en la memoria del ser querido fallecido. Los deudos no deben abandonar su casa salvo por asuntos de gran urgencia. Durante los siete días de luto no se realiza trabajo alguno (existen atenuantes para los diferentes casos).
La forma más apropiada de observar la shivá es que la familia esté reunida en la casa del fallecido. Sin embargo, esto no es obligatorio, y los miembros de la familia pueden guardar el luto en cualquier otro lugar, inclusive por separado en sus propias casas, según las circunstancias.
La primera comida de los deudos (Seudat Havrahá) suele ser preparada por vecinos o amigos para que quienes están de duelo coman algo a la vuelta del cementerio.
En Shabat cesa el luto. Los aspectos externos y públicos del duelo son suspendidos, aunque el día sábado está incluido en la cuenta total de los siete días de duelo. El Kadish sigue siendo recitado.
Después de la Havdala, en Motzaei-Shabat se vuelve al luto.
Para el recuento de los siete días se cuenta el día del entierro como un día completo, siempre que la Shivá comience antes de la puesta del sol. En el séptimo día se concluye Shivá justo después del servicio de la mañana.
Es una mitzvá visitar a los deudos durante los primeros siete días para ofrecer consuelo y compartir su dolor. De no ser posible visitar personalmente al enlutado, es de suma importancia ofrecer una palabra de consuelo por teléfono o por escrito; esto permitirá que el doliente sienta el apoyo que tiene de sus familiares y amigos.
Se acostumbra finalizar la Shivá saliendo de la casa de los deudos para dar una vuelta a la manzana, simbolizando así la vuelta a la rutina.
Son los treinta primeros días del duelo, contados desde la Kvurá. Durante este período no se permite visitar la tumba de nuestro ser querido. Para la tradición sefaradí se puede y debe ir al cementerio después del séptimo día posterior al entierro.
En este período los enlutados reinician sus actividades normales, aunque siguen privándose de algunas cosas, en señal de respeto y de dolor (está prohibido cortarse el cabello y en el caso de los varones, afeitarse, asistir a fiestas, etc)
Al finalizar esta etap, se concurre al cementerio para la ceremonia. Se rezan Tehilim (Salmos) en su honor y el Kadish de Duelo. Al igual que con la Shivá, los días festivos (Iom Tov) cortan este período.
Es el aniversario de fallecimiento de nuestro ser querido.
En el primer año, es costumbre mayoritaria descubrir la matzevá (lápida), aunque hay costumbres diversas al respecto y, por lo tanto, hay quienes también suelen hacerlo después de los treinta días. Se acostumbra hacer un servicio al descubrir la lápida con el fin de dedicarla a la memoria de la persona fallecida. Se leen salmos específicos, se ofrece una donación en nombre del difunto y se pronuncia el Kadish y El Malé Rajamim. Por ello es necesario que haya al menos un “Minian” (diez hombres) presentes.
Cabe resaltar que la matzevá no sólo indica quién está sepultado, sino que es el símbolo de respeto, admiración, agradecimiento y amor eterno entre nosotros y nuestro ser amado. Nuestros sabios aconsejan simplicidad (y no ostentación) en la confección de la lápida. Se acostumbra escribir palabras alusivas a las principales características que tenía la persona en vida, con el fin de que ellas inspiren los sentimientos de quienes visitan su tumba.
Este día, solemos encender un Ner Zikarón (vela de recordación), nos acercamos a la sinagoga para rezar el Kadish en memoria de nuestro ser amado y nos preocupamos de mantener vivo su recuerdo realizando buenas acciones, dedicando un momento al estudio, y también damos tzedaká en mérito de su alma.
Se acostumbra visitar la tumba del difunto en cada Yortzait o días anteriores.
Se remonta a la época de los patriarcas la costumbre de visitar el lugar de descanso de los familiares fallecidos. Según la Kabalá, el alma del fallecido es confortada espiritualmente cuando sus hijos, familiares o amigos llegan hasta su tumba a orar por ella y por su reposo.
Se debe entrar al cementerio con la cabeza cubierta, con el debido respeto y sentido de reverencia.
Tradicionalmente se visita la tumba del fallecido en el día de los Shloshim y anualmente en el día del Yortzait. También se acostumbra visitar el cementerio en vísperas de Rosh HaShaná y Iom Kipur. La costumbre de no visitar la tumba durante el primer año no tiene su origen en la Halajá.
Si los días de visita coinciden con alguna festividad religiosa, se la debe adelantar.
Al salir del cementerio, se debe realizar el lavado de manos ritual, vertiendo tres veces agua sobre cada mano, sin recitar ninguna bendición.
Es la plegaria de recordación para quienes han partido. Se intercala después de la lectura de la Torá en los servicios religiosos de Iom Kipur, Sheminí Atzeret (octavo día de Sucot), segundo día de Shavuot y último día de Pésaj.
Existen distintas tradiciones en relación a partir de cuándo debemos recitarlo. Hay quienes dicen que sólo se recita después de transcurrido un año de fallecimiento; pero también hay quienes sostienen que debemos recitar Izkor en la primera festividad después de su fallecimiento.
Es obligación de por vida que los hijos, hombres y mujeres, pronuncien el Izkor en memoria de sus padres. Si alguien no puede asistir a los servicios en la sinagoga puede recitar la oración recordativa en su casa. Es costumbre encender (antes de Iom Tov) una vela en los días en los cuales se recita Izkor.
Bibliografía: A Guide To Jewish Religious Practice, Rabbi Isaac Klein. The Jewish Teological Seminary, 1979. Guía práctica de orientaciones para momentos difíciles publicado por la Asamblea Rabínica Latinoamericana. Material publicado por la Kehilá de Rosario y por el Círculo Israelita de Santiago de Chile. Material publicado por nuestro grupo de voluntarios “Lev el Lev” (Centro Unión Israelita de Córdoba).
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